18-07-2015 - Circula estos días por la red la mala nueva de que un perro, que llevaba años prestando su amistad incondicional, su fidelidad y el cariño gratificante que solo los perros saben dar, a alumnos, padres y frecuentadores del colegio Vila do Arenteiro, al parecer, fue abandonado por sus dueños en la perrera municipal.
Ignoramos si los responsables de tan cruel acción se pueden imaginar lo que representa para cualquier ser vivo, que puede ser un perro o un familiar (de hecho un perro es uno más de la familia) el que, por ser viejo y estar llegando al final de sus días, cuando más necesitados estamos de cariño, protección y calor humano, nos dejen abandonados en un campo de concentración, entre semejantes hostiles que se pelean por un espacio mínimo, durmiendo sobre el cemento desnudo, pasando calor en verano y aguantando la humedad las heladas y el frío, a la intemperie, en invierno.
Pero es casi seguro que, a pesar de las carencias, las incomodidades y las inclemencias del tiempo, no será ese el mayor sufrimiento de ese animal; su tortura y la melancolía que tal vez lo lleve a la muerte por tristeza, será su confusión ante lo sucedido y que él es incapaz de comprender. Nunca entenderá que los seres a los cuales más ama, por los cuales daría su vida, lo hayan abandonado a su suerte